Dícese de la pasta que te cobra un abogado (o procurador, notario…) por proporcionarte un servicio. Puede ser un precio acordado previamente (muy recomendable), según el trabajo invertido, o según el resultado (a comisión).
No suele ser buena idea regatear en los honorarios. Al final, tanto das, tanto recibes – si no pagas lo que vale, no recibirás lo que necesitas.
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